miércoles, 8 de septiembre de 2010

Interesante ruta del vino ecológico

“Conservar un paisaje a través de un vaso de vino”.
Así titulábamos la actividad en los carteles que invitaban a conocer el origen del paisaje de nuestros páramos.
La presencia de vides y olivos que rodean nuestro pueblo se remonta a la época en la que los romanos invadieron la península Ibérica y se asentaron en los valles del río Tajuña, unos doscientos años a.C.
Posteriormente visigodos, musulmanes, reinos cristianos y demás pobladores siguieron con esta práctica agrícola que se ha conservado hasta nuestros días.
El vino fue un producto fundamental en la economía de Madrid, sobre todo desde que Felipe II la hizo capital. Numerosas tabernas e industrias ligadas al consumo del vino (tonelerías, alfarerías, etc.) proliferaron en la ciudad y las tres comarcas vitivinícolas por excelencia se han conservado hasta la actualidad: las de San Martín de Valdeiglesias, Navalcarnero y Arganda del Rey. A esta última pertenecen los viñedos de nuestro municipio y figura como la décima comarca de las 18 citadas en el primer mapa de las regiones vitivinícolas de España del siglo XVI.
Para conocer un poco más de cerca este antiguo oficio, que ahora dispone de interesantes innovaciones, contamos con la colaboración de Pablo Morate, que nos enseñó la viña de Los Tintos, cultivada con vid ecológica dispuesta en “espalderas” para facilitar su conservación y vendimia. Nos contó: las particularidades de los terrenos calizos, pedregosos y arcillosos que ayudan a que la tierra tenga la humedad necesaria y el aporte de calcio suficiente; curiosidades sobre plagas como la filoxera, que azotó los viñedos europeos a partir de la segunda mitad del siglo XIX (en Madrid sólo dejó indemne el 15% de las cepas) y las formas de superarla a través de injertos con vides americanas; el sistema de abonado natural y de prevención de plagas; las variedades más utilizadas en la zona (malvar y tempranillo); y muchas cosas más...
Posteriormente visitamos las bodegas y el Museo del Vino. Aprendimos, entre otras cosas: el proceso de fermentación de la uva, diferenciando entre las variedades blancas y tintas; el aprovechamiento de los restos, como por ejemplo para hacer compost o fabricar cosméticos; el peligro de la generación de anhídrido carbónico en la bodega y las medidas de seguridad; la diferencia entre un vino de crianza, (que se consume a partir del año de cosecha), un reserva (se consume a los dos años) y un gran reserva (a los 5 años) y la importancia de las barricas de roble americano y francés en el proceso; etc.
En el Museo tuvimos la oportunidad de acercarnos un poco más a la historia del pueblo a través del tipo de arquitectura del edificio de mampostería conocido como la “Casa Grande”, de los antiguos métodos de procesamiento de la uva, de los accesorios y actividades agrícolas ligadas al cultivo de la vid, de las fotos antiguas de paisanos y antepasados dedicados al oficio; etc. Y llegamos a la parte más esperada por las personas que nos acompañaron ese día… la práctica de una cata de vino intentando diferenciar color, olor y sabor de los diferentes caldos. Podemos decir que esta vez “no nos la dieron con queso”.
Sin duda, seguir disfrutando de un vaso de vino, es una forma sana de contribuir a mantener una actividad agrícola tradicional que sostiene el paisaje que disfrutamos en los alrededores de Valdelaguna.
Próximamente, también dedicaremos alguna jornada para relacionar el consumo de aceite y queso con la conservación de nuestro entorno.
¡Permaneced atentos!
Artículo publicado en el Boletín "deVALDE" nº 71 / Septiembre 2010